jueves, 30 de diciembre de 2010

Bus Nocturno

Era de noche y yo viajaba en un colectivo semi vacío. El bondi iba atravesando los diversos barrios porteños adentrándose en zonas cada vez más oscuras. Yo no sabía donde tenía que bajarme exactamente pero sentía que me estaba alejando del lugar exacto. Creo que no tenía un destino, sólo esperaba bajarme en el lugar correcto. Cada vez que el bondi hacía una parada yo atinaba a bajarme pero después me arrepentía y pensaba "la próxima". Pero luego veía que la próxima parada era mas oscura y más solitaria que la anterior.
Ya habíamos pasado el límite. Desde ese punto el bondi había entrado en la zona peligrosa. Yo estaba parada aferrada a la barra con el botón de parada, esperando el momento de bajarme, cuando un hombre se me acerca y me dice: "Deberías bajarte ahora porque después el camino se hace más peligroso." Automáticamente apreté el botón y las puertas se abrieron. Me bajo.
Estaba todo oscuro en la parada, pero a lo lejos pude divisar el alambrado que dividía "el límite". Yo ya estaba fuera de ese límite. Del otro lado. El bondi siguió su camino y se perdió en la oscuridad total.
Del otro lado de la reja podían verse postes de luz, calles arregladas y más limpias. No había gente en la calle porque era muy tarde pero se veía mas seguro todo. Yo estaba parada en la zona peligrosa, oscura y sucia. Por todos lados había tachos tirados y basura en la calle. Había postes de luz pero estaban apagados. Recuerdo haber sentido miedo. Tenía esa sensación constante de que algo me iba a pasar. Y estaba copletamente sola. Igualmente me sentía aliviada por haberme bajado del colectivo. Sabía que hacia donde se dirigiera ese bondi iba a ser peor que esto.

A lo lejos diviso una banda de skaters. Estaban justo en la reja de mi lado. Había niebla y estaba demasiado oscuro todo pero pude distinguir las siluetas de este grupo. Todos tenían skates y estaban vestidos con una onda punk. Lo primero que sentí fue temor. Pensé "me van a hacer algo". Eran un grupo de 7 más menos, parecían todos hombres. Un miembro del grupo me miró y se dio cuenta de mi presencia. Este les dijo algo resto y todos empezaron a caminar hacia donde yo estaba.
Pensé en correr y alejarme pero después me dio más miedo pensar hacia donde iría. Ningún lugar parecía prometedor.
Cuando el grupo se acercó lo suficiente me di cuenta de que eran todas mujeres. Mujeres vestidas de chicos punk. Era raro, pero a la vez me sentí más segura.
La líder del grupo (cuando la vi dije "es lesbiana, me quiere levantar") se me acercó y me dijo que la zona era muy peligrosa para que yo este sola. Me dijo que me uniera a ellas y ofreció llevarme en su skate.
Ahí me di cuenta de que yo llevaba puesta una pollera de Sailor Moon. Me subí al skate y bajamos andando por la calle principal entre los postes de luz rotos. La velocidad a la que ibamos hacía que mi pelo largo volara y mi pollera de sailor moon se moviera. Yo me sentía la heroína de un comic que había sido secuestrada por una banda de skaters lesbianas. Sin embargo no sentía amenaza alguna. Al contario, me divertía.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi cara se despellejó por la mitad. Fue un efecto cierre. Desde la frente hasta el mentón, mi rostro se abrió en dos partes. En sólo pocos minutos me quedé sin piel y mi cara quedó hecha carne y hueso. Quedé completamente desrostrada, con la cara partida al medio.
Pude evitar la caída de mi cara sosteniendo cada parte con una mano, el hemisferio derecho con la mano derecha y el izquierdo con la mano izquierda. Y empecé a caminar sin rumbo en la búsqueda de una solución. No me dolía, yo veía perfecto y todo funcionaba normalmente, lo que más me preocupaba era que todos los que me veían tenían que ver la desagradable parte interna de la cara: los huesos, los músculos, los ojos desorbitados, la carne. Eso me horrorizaba, no podía sequir así por la vida, ventilando ese rostro...
Por suerte mi madre encontró una solución: decidió pegarme la cara con la gotita. Yo ayudaba a sostenerla mientras ella me ponía la gotita en los bordes de mis dos caras. Luego las pegó y todo volvió a su lugar, parecía funcionar bien. Yo sentía que estaba medio ajustada, me tiraba un poco pero para mí ya era un alivio no estar con la cara abierta.
Empecé a tener una pequeña dificultad para respirar y noté que los agujeros de la nariz no coincidían con las aberturas de mis fosas nasales. Mi nariz estaba bloqueada y yo no podía respirar bien, pero desde afuera mi cara no parecía torcida o mal puesta. Me volvió a la mente la idea de estar con la cara abierta de nuevo y decidí no decir nada. Podía respirar, sólo que no por la nariz. "Está perfecto" le dije a mi madre. Y me quedé así, con el rostro un tanto tenso y desenfocado.

domingo, 31 de octubre de 2010

Miré la billetera y la abrí, no había plata sólo documentos. Mire de nuevo la billetera, era de cuero marrón con bordes blancos, era linda. No era la mia pero era bastante aceptable. Por un momento pensé en la billetera como si fuera mía y decidí quedármela. A mi también me habían robado hacia poco y no me había vuelto a comprarme una. Recordé mi robo de la noche anterior: una pareja de gordos, uno morocho y una chica rubia nos emboscaron a mí y a dos amigas mías en el pasillo de una casa cuando volvíamos del kiosco. Eran las 5 de la mañana y estábamos justo llegando a la puerta cuando nos agarraron. Cuando me di vuelta veo a estos dos gordos abrazando a mis amigas por la espalda, tarde en darme cuenta de que era ladrones y nos estaban robando. "Somos amigos, hagan de cuenta de que somos todos amigos y sin gritar entreguenle las carteras a la chica." Miré a la chica rubia y me paralicé, yo no quería darles nada, ya me habían robado ese mismo día más temprano y no podía creer que esto estaba sucediendo de nuevo.
Volví a mirar la billetera que había encontrado tirada en la calle. Pensé en la propietaria, a ella también le habrían robado y me dio lástima. Seguramente también querría recuperar su billetera, entonces saqué el documento y lo miré buscando algún nro. de teléfono. No pude leer de quién era y la foto era bastante borrosa pero era una chica.
Me desperté. No podía creer que estaba soñando. Luego recordé los robos del día anterior, esos sí que eran reales. Hubiera querido que fueran sueños.

viernes, 8 de octubre de 2010



Photograph by Elene Usdin
Estábamos hacía rato dando vueltas por las autopistas, bajábamos en una salida y después volvíamos entrar. Era justo un área en donde se cruzaban por los menos tres autopistas diferentes. El sol se estaba poniendo y ya se hacía de noche. Yo manejaba y Juana iba de acompañante. No llegábamos nunca al lugar, dábamos vueltas siempre por la misma zona y yo empecé a perder la paciencia. Estábamos perdidas, necesitaba indicaciones y Juana conocía menos la zona que yo así que no podía contar con su ayuda.
Mientras manejaba saqué mi laptop de la cartera y me puse a buscar en los mapas de la ciudad para encontrar indicaciones. Automáticamente llegamos a nuestro destino. Había justo un lugar en medio de una hilera de autos estacionados.
Juana y yo nos bajamos y empezamos a recorrer. Estábamos justo debajo de uno de los puentes, ya casi no había sol y no era una zona muy linda. Era todo de un color gris, los locales, la gente, las calles, los autos. De la hilera de autos, el nuestro resaltaba por su color y su pulcritud. El auto era nuevo. Memoricé bien la zona para recordar dónde lo habíamos dejado. Yo había bajado con mi cartera pero mi laptop había quedado en el auto.
Empezamos a recorrer. No sé muy bien hacia donde teníamos que ir, sólo recuerdo que teníamos un trámite pendiente.
Cuando volvimos el auto no estaba. Estaba la misma hilera de autos pero en el lugar del nuestro había un lugar vacío. Nos habían robado. Me agarró un ataque de desesperación y angustia y comencé a llorar sin parar. Yo lloraba y Juana no podía consolarme. Eastábamos paradas en el medio de esa zona gris y no podíamos hacer nada. Yo lloraba y lloraba sin parar. La gente seguía caminando a nuestro alrededor como si nada, todo seguía igual salvo que el auto no estaba. Recuerdo la angustia que sentía y era como si estuviera muriendo. Pero no lloraba por el auto, en el fondo sabía que lo del auto iba a poder solucionarse o que mis viejos lo entenderían. Lloraba por la laptop que había dejado estúpidamente tirada bajo el asiento delantero. Porque en esa laptop tenía TODO. Todos mis trabajos, mi herramientas de trabajo, datos, fotos, documentos importantes. En ese momento pensé que si hubiera podido dar mi vida por la laptop la hubiera dado. Por más ridículo que suene ahora, en la lógica del sueño yo sentía que lo normal hubiera sido morir a que me robaran la computadora. Mi vida era esa computadora y yo sentía que nunca iba a poder comprar una igual.
Ahora se la habían llevado los chorros y jamás la iba a recuperar.

lunes, 4 de octubre de 2010

Al principio era una parte del Central Park, luego se convirtió en una selva que daba directo a la orilla de una playa. Yo estaba con Clara y Grace, dos amigas mías.
Estábamos charlando de pie en una especie de balcón en el medio del parque que tenía vista hacia la playa. Hablábamos mirando directo hacia el horizonte del mar, no nos mirábamos entre nosotras. No estábamos cerca de la playa pero si queríamos podíamos sentir la arena bajo nuestros pies y la brisa del océano en nuestras caras.
A lo lejos vimos una especie de isla extraña, nos acercamos más hacia la orilla para verla pero a medida que avanzábamos la isla parecía moverse también. De repente la isla se hundió. Clara dijo "es un submarino". Entonces la isla no era más una isla sino que era un submarino. Pero era un submarino que resurgía a la superficie de vez en cuando y hacía movimientos de pez. Cada vez que salía sacaba a relucir su armazón de metal. Estaba hecho de acero y tenía unas especies de crestas metálicas en las extremidades. El submarino se hundía y volvía a salir asomando estas crestas metálicas como si luchara sólo contra el cielo y el mar.
Nosotras tres desde la orilla observábamos el pez espada.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Nueva Delhi. Ibamos en un auto, Mechu y yo. Yo manejaba y ella iba de copiloto. Las calles estaban atestadas de autos, tierra, mugre y suciedad. No había un camino delimitado, la dirección de las manos estaba marcada por la dirección en la que iban los autos.
Llegamos al puente pero las filas de autos estaban enfrentados unos contra otros y nadie parecía moverse del lugar. Estábamos todos atasacados en un torbellino de tierra, dos fuerzas que se encontraban en el medio para pasar por éste puente angosto. Nadie avanzaba, los que querían salir del otro lado del puente y los que querían entrar estaban inmovilizados en el desorden. Mechu vio un atajo por el costado del puente y decidí bajar. Nos metimos por un camino de tierra que bordeaba el río color marrón, casi negro, contaminado por la basura de toda la ciudad y tomamos la delantera. Una fila de autos nos siguió al instante. Teníamos las ventanas bajas a causa del calor sofocante que hacía y toda la tierra del camino entraba pegándose en nuestros cuerpos.
No sé como era el auto por fuera pero por dentro parecía viejo, no tenía aire acondicionado y los asientos eran de un cuero gastado y amarillento. Logramos acortar camino costeando el puente y luego volvimos a adentrarnos a él para poder cruzarlo.
Corte.
Ahora estábamos cruzando el puente en dirección opuesta. El sol ya había bajado y el tráfico había aflojado un poco. Era casi el atardecer y estábamos nuevamente atravesando el puente. Frenamos justo en el medio y nos bajamos. Allí nos encontramos con otro grupo de turistas que aparentemente estaban perdidos como nosotras. Hasta ese momento había estado demasiado preocupada por el tráfico de autos y no había pensado en la posibilidad de que estuviéramos perdidas en esta ciudad extraña. Mechu se bajó rápidamente dejando la puerta abierta del auto y se fue al encuentro del grupo. Por alguna razón estaban todos vestidos de blanco. Me quede unos minutos sentada al volante observando la situación desde afuera. Mechu saludaba a cada uno del grupo, sonreía y hablaba con ellos, parecía como si se conocieran de antes. Yo no tenía idea quiénes eran estas personas. Abrí la puerta del auto para que entrara un poco de aire y me quedé sentada mirando el atardecer. Justo en ese momento el sol se ponía en el río marrón de Nueva Delhi.

domingo, 19 de septiembre de 2010

"Duck"



photograph: Pamela Klaffke
Me desperté y salí del cuarto. Cruzando el pasillo veo a mi hermana menor, Juana que camina hacia su cuarto hablando por télefono. Me pareció extraño porque ella se había ido a Miami hacia dos días y no iba a volver hasta dentro de una semana.
La seguí mientras ella caminaba con el teléfono en la mano. Empecé a llamarla pero ella no me escuchaba. Entré a su cuarto con ella y le pregunté: Juana vos no estabas en Miami? Ella no me contestaba. Habrá pasado algo? me preguntaba a mí misma. Insistí en llamarla pero ella ni se percataba de mi presencia. Juana giraba con el teléfono y por momentos aunque parecía estar mirándome actuaba como si yo no estuviera ahí parada hablándole. Me fui del cuarto.
Entré al cuarto de mi hermano y me encontré con mi abuela Victoria sentada en la computador escribiendo frente a la ventana. Estaba de espaldas hacia la puerta y parecía muy concentrada en su escritura. Tampoco se dio vuelta para saludarme. Era raro verla así porque ella jamás usó una computadora.
Todo me parecía extraño porque esta era una semana en la que yo me iba a quedar sola en la casa pero al parecer había otras personas en las habitaciones.

viernes, 10 de septiembre de 2010



Una noche soñe con este mismo castillo. Soñe que había un tren que volaba por las nubes rodeando el castillo. El tren iba haciendo círculos cada vez más pequeños para ir acercándose a las puertas del castillo.
En el sueño no pasaba nada más que eso, un tren volador que iba entrando lentamente al castillo soñado. Fue unos de los sueños más lindos que tuve...
Al otro día me desperté y dibujé lo que recordaba. Como mi madre pinta le entregué mi dibujo para que hiciera un cuadro.

lunes, 30 de agosto de 2010

Bingo

Ayer mi perro estuvo ladrando toda la madrugada y sus aullidos se infiltraron en mis sueños para convertirlos en pesadilla...
Bingo ya está muy viejito entonces cada vez que ladra se me ponen los pelos de punta porque pienso que en cualquier momento se va a morir. Que ladra porque le duele algo o porque nos está llamando para despedirse. Porque el no ladra nunca. Así que estuve toda la noche con este pensamiento tiñendo la lógica de mis sueños. No me acuerdo bien qué estaba soñando pero sí recuerdo haberme amargado por la posible muerte de mi perro Bingo.
A la mañana me desperté y le pregunté a mi hermano porqué Bingo estuvo ladrando tanto. Desde su cuarto, tirado en su cama me dijo simplemente que Bingo ladra cuando quiere que le pongan más comida en su plato. Eso me tranquilizó.

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