Miré la billetera y la abrí, no había plata sólo documentos. Mire de nuevo la billetera, era de cuero marrón con bordes blancos, era linda. No era la mia pero era bastante aceptable. Por un momento pensé en la billetera como si fuera mía y decidí quedármela. A mi también me habían robado hacia poco y no me había vuelto a comprarme una. Recordé mi robo de la noche anterior: una pareja de gordos, uno morocho y una chica rubia nos emboscaron a mí y a dos amigas mías en el pasillo de una casa cuando volvíamos del kiosco. Eran las 5 de la mañana y estábamos justo llegando a la puerta cuando nos agarraron. Cuando me di vuelta veo a estos dos gordos abrazando a mis amigas por la espalda, tarde en darme cuenta de que era ladrones y nos estaban robando. "Somos amigos, hagan de cuenta de que somos todos amigos y sin gritar entreguenle las carteras a la chica." Miré a la chica rubia y me paralicé, yo no quería darles nada, ya me habían robado ese mismo día más temprano y no podía creer que esto estaba sucediendo de nuevo.
Volví a mirar la billetera que había encontrado tirada en la calle. Pensé en la propietaria, a ella también le habrían robado y me dio lástima. Seguramente también querría recuperar su billetera, entonces saqué el documento y lo miré buscando algún nro. de teléfono. No pude leer de quién era y la foto era bastante borrosa pero era una chica.
Me desperté. No podía creer que estaba soñando. Luego recordé los robos del día anterior, esos sí que eran reales. Hubiera querido que fueran sueños.
domingo, 31 de octubre de 2010
viernes, 8 de octubre de 2010
Estábamos hacía rato dando vueltas por las autopistas, bajábamos en una salida y después volvíamos entrar. Era justo un área en donde se cruzaban por los menos tres autopistas diferentes. El sol se estaba poniendo y ya se hacía de noche. Yo manejaba y Juana iba de acompañante. No llegábamos nunca al lugar, dábamos vueltas siempre por la misma zona y yo empecé a perder la paciencia. Estábamos perdidas, necesitaba indicaciones y Juana conocía menos la zona que yo así que no podía contar con su ayuda.
Mientras manejaba saqué mi laptop de la cartera y me puse a buscar en los mapas de la ciudad para encontrar indicaciones. Automáticamente llegamos a nuestro destino. Había justo un lugar en medio de una hilera de autos estacionados.
Juana y yo nos bajamos y empezamos a recorrer. Estábamos justo debajo de uno de los puentes, ya casi no había sol y no era una zona muy linda. Era todo de un color gris, los locales, la gente, las calles, los autos. De la hilera de autos, el nuestro resaltaba por su color y su pulcritud. El auto era nuevo. Memoricé bien la zona para recordar dónde lo habíamos dejado. Yo había bajado con mi cartera pero mi laptop había quedado en el auto.
Empezamos a recorrer. No sé muy bien hacia donde teníamos que ir, sólo recuerdo que teníamos un trámite pendiente.
Cuando volvimos el auto no estaba. Estaba la misma hilera de autos pero en el lugar del nuestro había un lugar vacío. Nos habían robado. Me agarró un ataque de desesperación y angustia y comencé a llorar sin parar. Yo lloraba y Juana no podía consolarme. Eastábamos paradas en el medio de esa zona gris y no podíamos hacer nada. Yo lloraba y lloraba sin parar. La gente seguía caminando a nuestro alrededor como si nada, todo seguía igual salvo que el auto no estaba. Recuerdo la angustia que sentía y era como si estuviera muriendo. Pero no lloraba por el auto, en el fondo sabía que lo del auto iba a poder solucionarse o que mis viejos lo entenderían. Lloraba por la laptop que había dejado estúpidamente tirada bajo el asiento delantero. Porque en esa laptop tenía TODO. Todos mis trabajos, mi herramientas de trabajo, datos, fotos, documentos importantes. En ese momento pensé que si hubiera podido dar mi vida por la laptop la hubiera dado. Por más ridículo que suene ahora, en la lógica del sueño yo sentía que lo normal hubiera sido morir a que me robaran la computadora. Mi vida era esa computadora y yo sentía que nunca iba a poder comprar una igual.
Ahora se la habían llevado los chorros y jamás la iba a recuperar.
Mientras manejaba saqué mi laptop de la cartera y me puse a buscar en los mapas de la ciudad para encontrar indicaciones. Automáticamente llegamos a nuestro destino. Había justo un lugar en medio de una hilera de autos estacionados.
Juana y yo nos bajamos y empezamos a recorrer. Estábamos justo debajo de uno de los puentes, ya casi no había sol y no era una zona muy linda. Era todo de un color gris, los locales, la gente, las calles, los autos. De la hilera de autos, el nuestro resaltaba por su color y su pulcritud. El auto era nuevo. Memoricé bien la zona para recordar dónde lo habíamos dejado. Yo había bajado con mi cartera pero mi laptop había quedado en el auto.
Empezamos a recorrer. No sé muy bien hacia donde teníamos que ir, sólo recuerdo que teníamos un trámite pendiente.
Cuando volvimos el auto no estaba. Estaba la misma hilera de autos pero en el lugar del nuestro había un lugar vacío. Nos habían robado. Me agarró un ataque de desesperación y angustia y comencé a llorar sin parar. Yo lloraba y Juana no podía consolarme. Eastábamos paradas en el medio de esa zona gris y no podíamos hacer nada. Yo lloraba y lloraba sin parar. La gente seguía caminando a nuestro alrededor como si nada, todo seguía igual salvo que el auto no estaba. Recuerdo la angustia que sentía y era como si estuviera muriendo. Pero no lloraba por el auto, en el fondo sabía que lo del auto iba a poder solucionarse o que mis viejos lo entenderían. Lloraba por la laptop que había dejado estúpidamente tirada bajo el asiento delantero. Porque en esa laptop tenía TODO. Todos mis trabajos, mi herramientas de trabajo, datos, fotos, documentos importantes. En ese momento pensé que si hubiera podido dar mi vida por la laptop la hubiera dado. Por más ridículo que suene ahora, en la lógica del sueño yo sentía que lo normal hubiera sido morir a que me robaran la computadora. Mi vida era esa computadora y yo sentía que nunca iba a poder comprar una igual.
Ahora se la habían llevado los chorros y jamás la iba a recuperar.
lunes, 4 de octubre de 2010
Al principio era una parte del Central Park, luego se convirtió en una selva que daba directo a la orilla de una playa. Yo estaba con Clara y Grace, dos amigas mías.
Estábamos charlando de pie en una especie de balcón en el medio del parque que tenía vista hacia la playa. Hablábamos mirando directo hacia el horizonte del mar, no nos mirábamos entre nosotras. No estábamos cerca de la playa pero si queríamos podíamos sentir la arena bajo nuestros pies y la brisa del océano en nuestras caras.
A lo lejos vimos una especie de isla extraña, nos acercamos más hacia la orilla para verla pero a medida que avanzábamos la isla parecía moverse también. De repente la isla se hundió. Clara dijo "es un submarino". Entonces la isla no era más una isla sino que era un submarino. Pero era un submarino que resurgía a la superficie de vez en cuando y hacía movimientos de pez. Cada vez que salía sacaba a relucir su armazón de metal. Estaba hecho de acero y tenía unas especies de crestas metálicas en las extremidades. El submarino se hundía y volvía a salir asomando estas crestas metálicas como si luchara sólo contra el cielo y el mar.
Nosotras tres desde la orilla observábamos el pez espada.
Estábamos charlando de pie en una especie de balcón en el medio del parque que tenía vista hacia la playa. Hablábamos mirando directo hacia el horizonte del mar, no nos mirábamos entre nosotras. No estábamos cerca de la playa pero si queríamos podíamos sentir la arena bajo nuestros pies y la brisa del océano en nuestras caras.
A lo lejos vimos una especie de isla extraña, nos acercamos más hacia la orilla para verla pero a medida que avanzábamos la isla parecía moverse también. De repente la isla se hundió. Clara dijo "es un submarino". Entonces la isla no era más una isla sino que era un submarino. Pero era un submarino que resurgía a la superficie de vez en cuando y hacía movimientos de pez. Cada vez que salía sacaba a relucir su armazón de metal. Estaba hecho de acero y tenía unas especies de crestas metálicas en las extremidades. El submarino se hundía y volvía a salir asomando estas crestas metálicas como si luchara sólo contra el cielo y el mar.
Nosotras tres desde la orilla observábamos el pez espada.
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