jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi cara se despellejó por la mitad. Fue un efecto cierre. Desde la frente hasta el mentón, mi rostro se abrió en dos partes. En sólo pocos minutos me quedé sin piel y mi cara quedó hecha carne y hueso. Quedé completamente desrostrada, con la cara partida al medio.
Pude evitar la caída de mi cara sosteniendo cada parte con una mano, el hemisferio derecho con la mano derecha y el izquierdo con la mano izquierda. Y empecé a caminar sin rumbo en la búsqueda de una solución. No me dolía, yo veía perfecto y todo funcionaba normalmente, lo que más me preocupaba era que todos los que me veían tenían que ver la desagradable parte interna de la cara: los huesos, los músculos, los ojos desorbitados, la carne. Eso me horrorizaba, no podía sequir así por la vida, ventilando ese rostro...
Por suerte mi madre encontró una solución: decidió pegarme la cara con la gotita. Yo ayudaba a sostenerla mientras ella me ponía la gotita en los bordes de mis dos caras. Luego las pegó y todo volvió a su lugar, parecía funcionar bien. Yo sentía que estaba medio ajustada, me tiraba un poco pero para mí ya era un alivio no estar con la cara abierta.
Empecé a tener una pequeña dificultad para respirar y noté que los agujeros de la nariz no coincidían con las aberturas de mis fosas nasales. Mi nariz estaba bloqueada y yo no podía respirar bien, pero desde afuera mi cara no parecía torcida o mal puesta. Me volvió a la mente la idea de estar con la cara abierta de nuevo y decidí no decir nada. Podía respirar, sólo que no por la nariz. "Está perfecto" le dije a mi madre. Y me quedé así, con el rostro un tanto tenso y desenfocado.

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